Amor, educación, trabajo y relación, grandes ejes de la historia feminista.

Mujeres espartanas, una sociedad que promovía el ejercicio y la salud sexual en la mujer

“El día que una mujer pueda amar en su fuerza y no en su debilidad, encontrándose a sí misma y no huyendo de sí misma, afirmándose y no humillándose, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no de peligro mortal”.

(Simone de Beauvoir)

El amor romántico, se dice a menudo, fue nuestra perdición, pero esta afirmación se basa en relatos ofrecidos por versiones edulcoradas y tergiversadas de los cuentos populares, más aún con la factoría Disney.

En realidad, el amor cortés que las trovadoras cantaron se basaba en algo tan actual como el consentimiento y en el reconocimiento de la fuerza de la mujer, sólo aceptando estas premisas la dama podía dar su atención al caballero. El amante debe presentar sus súplicas y peticiones de igual modo a una dama que a una amiga, mientras que la dama debe honrar al propio amante como a un amigo, mas no como a un señor”.[1]

Desde que tenemos documentación en Cataluña (siglo X y XI) sabemos que a la mujer se le reconocía el derecho a tener y manejar propiedades, aunque si se quedaba viuda debía permanecer en ese estado para conservarlas. En el siglo XII la figura del primogénito se impone sobre la madre que habrá de quedar bajo la protección de algún varón. Los nombres de mujeres que actuaban por sí mismas se irán perdiendo pasando a ser nombradas por su relación familiar o con un diminutivo.

A través de la historia vemos cómo se va implantando el patriarcado que ya se practicaba en algunas civilizaciones occidentales, aunque no en todas ni con la misma fuerza. La Iglesia, asociada su jerarquía al poder político-económico, será la institución que lo propague, exterminando todo intento de acción pública de las mujeres, dentro o fuera de su institución.

El tiempo del amor cortés es el de las grandes persecuciones en Occitania, donde se inició esa cultura trovadoresca en la que las mujeres hacían uso de un lenguaje que, al no ser propiamente religioso, era más libre y en el que el amor carnal iba unido al espiritual. Sabemos cómo acabaron los grupos cristianos condenados por herejes en los que la mujer tenía un papel importante, cátaros o albigenses y valdenses, por ejemplo, pero también otros no perseguidos por sus ideas, pero que contaban con la presencia libre de las mujeres, como los grupos de Deodonadas o beguinas. Para la Inquisición las herejías son una excusa para someter o expulsar a las mujeres y a quienes reconocen su valor y las apoyan.

El siglo XIV es el de las ciudades y las universidades. El conocimiento formal queda exclusivamente en manos de varones, prohibiéndose a las mujeres su acceso a las instituciones de poder. Aunque las universidades sean autónomas y laicas, son los canónicos quienes se instalarán en ellas, expulsando a las mujeres y también a monjes y a laicos discordantes, como el médico y filósofo Aranau de Vilanova que apoyó el beguinaje. Se impone la escolástica, una formación que ha fundamentado durante siglos nuestro sistema educativo.

Las mujeres reivindicarán sus derechos y su valor, como Cristina de Pizán en Francia o Isabel de Villena en Valencia. Frente a las ideas misóginas que se vierten en algunos escritos y frente a los varones que las defienden de modo paternalista en la denominada “querella de las mujeres”, ellas alzan una voz propia afianzada en su propia experiencia y conocimiento mutuo. “No quiero seguir, querida Cristina, porque es infinito el número de mujeres de todas las condiciones que dieron pruebas de gran poderío y constancia sin par”, le dice la dama Justicia después de exponer un sinfín de casos. [2]

Son pocas las mujeres que acceden a la lectura y la escritura, algunas lo harán bajo la protección de damas nobles, aunque siempre planeará sobre ellas la sombra de la Inquisición. Algunas tendrán otras áreas de influencia, como las cortesanas, un poder en la sombra poco reconocido y muchas seguirán dando instrucción a niñas, cuidando enfermos y agrupándose para reforzarse mutuamente y emprender acciones conjuntas. Una muestra de ello puede ser los “salones”, donde las mujeres ejercían su autoridad

Aunque no se empiece a hablar propiamente de movimientos feministas hasta el siglo XVIII o de la Ilustración, con las vindicaciones de los derechos de la mujer, no podemos olvidar este recorrido que hicieron las mujeres en solitario o en pequeños grupos sometidas al acoso, la sospecha y la persecución.

Tampoco hemos de perder de vista que, aunque haya muchos casos de machismo y algunos con consecuencias terribles, el patriarcado y la misoginia son fuerzas sistémicas que se asientan sobre el poder de los varones reforzándose mutuamente. Ha habido muchos hombres que han reconocido y reconocen el valor de las mujeres, muchos que han amado y aman a mujeres fuertes sin sentir por ello que pierden un ápice de su “virilidad”. Porque es esa virilidad que se crece con el dominio sobre la mujer o sobre otros seres la vil falacia que alimenta el fuego de los feminicidios (de cuerpo, alma y mente).

Actualmente los feminismos, son muy variados e incorporan lo diferente, lo “extraño” o no normativo, lo minoritario, lo desconocido… y así debe ser, sólo un movimiento que incluya diferentes visiones y voces puede avanzar en libertad, justicia e igualdad para todas y todos. Otro aspecto importante es que no sólo hay que cambiar las cuotas de participación, es necesario hacer las cosas de otro modo, ya que lo que nos ha llegado daña. Las nuevas generaciones señalan caminos, hemos de saber escuchar y observar.

El verdadero avance se dará cuando esas maneras diversas y plurales se vayan incorporando en la sociedad y se cambien con ellas las condiciones materiales de la existencia, como es el repartimiento más justo del trabajo: el re-productivo o del cuidado, el productivo y el público o simbólico.

Es necesario desmontar el discurso que acaparan estos nuevos movimientos de derechas que apoyan a un líder que coarta la libertad de las mujeres y de otros colectivos y aportar otros que se fundamenten en la realidad.

La libertad nos pertenece, es del pueblo y para el pueblo, de esa base donde las mujeres se han hecho fuertes. La fraternidad, la conocemos muy bien puesto que amamos las relaciones (familiares, vecinales…). La justicia es una conquista que sólo puede ser abierta, ética y global.

Cuando las palabras se falsean, los hechos y las formas hablan y cantan.

Maria Àngels García-Carpintero Sánchez-Miguel, 3-3-2024

A las mujeres y otros colectivos que luchan por el bien común


[1] María de Ventadorm(1165 -1221) En: Martinengo, Mariri (1997). Las Trovadoras, poetisas del amor cortés. Ed. horas y Horas. Cuadernos inacabados, p. 73

[2] Pizán, Cristine (2013). La ciudad de las damas. Prólogo V. Cirlot. Madrid: Siruela, p.224

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